Alejandro Peña Esclusa, Josep Piqué, el Cardenal Martino: piezas de los “neocons” para el pos-Chávez

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Por  Gennaro Carotenuto

¿Quién maneja a Alejandro Peña Esclusa, el neofascista venezolano que está de gira desde hace meses por Europa y América? En su tierra no representa a nadie, es un antisemita y un golpista, pero en Roma lo recibe el Secretario del UDC [partido post-democratacristiano, N. d T.], Lorenzo Cesa y el Cardenal Renato Martino y en España se entrevista con el ex Presidente de la Generalitat de Catalunya, Jordi Pujol, y el Presidente del Partido Popular (PP) de Cataluña y ex Ministro de Asuntos Exteriores de España, Josep Piqué. Sigamos paso a paso, desde Washington hasta el Vaticano pasando por los escuadrones de la muerte salvadoreños y los milicos argentinos, la operación (análoga a la que condujo a Ahmed Chalabi, acusado de bancarrota, a ser el hombre de la Casa Blanca para el Irak post-Sadam) con vistas a una solución autoritaria para la Venezuela saneada por Chávez.

Dice Lorenzo Cesa, influyente político italiano: “No conocía al señor Peña Esclusa; nadie me había advertido de que era declaradamente antisemita y golpista, y nosotros no apoyaremos un golpe de estado en Venezuela. Sin embargo, nos lo presentaron altísimas personalidades del otro lado del Tíber [del Vaticano, N. d T.], por lo que no teníamos motivo alguno para dudar de su credibilidad”. “Con Peña Esclusa –me cuenta Cesa en una cordial conversación durante la segunda parte del [partido] Nápoles-Vicenza– charlé un rato nada más”. No obstante, dicha charla dio lugar a una declaración conjunta de la que se jactan en el sitio de Fuerza Solidaria definiéndola nada menos que como “la firma de un acuerdo de colaboración” entre la UDC y la organización neofascista. En dicha declaración, se afirma que “el parlamento italiano se ha comprometido con Peña Esclusa para una investigación sobre las elecciones venezolanas”.

Serán fantasías, fanfarronadas de un fascista suelto, pero resulta que son las mismas afirmaciones falsas y tendenciosas que periodistas italianos importantes como Aldo Forbice de Radio Rai, Gaetano Pedullà y Fabrizio dell’Orefice de Il Tempo [un diario conservador de Roma, N. d T.] o Dimitri Buffa de Radio Radical o en España diarios como el ABC han dado por buenas. El titular del articulo del ABC es declaradamente golpista: “En Venezuela no hay salida electoral”.

Un político bregado como Lorenzo Cesa nos confiesa que no conoce ni siquiera el nombre de su referente natural, o sea, el líder de la oposición venezolana moderada, Manuel Rosales, el cual, el pasado diciembre, consiguió 4,3 millones de votos y después –craso error– admitió tranquilamente la derrota. Craso error, si bien compartido con la Unión Europea y el Departamento de Estado del gobierno de los Estados Unidos, que reconocieron la absoluta transparencia de las elecciones venezolanas del 3 de diciembre de 2006. Claro que si altísimas personalidades del otro lado del Tíber…

Recapitulemos: Alejandro Peña Esclusa es un oscuro personaje de la derecha neofascista latinoamericana. Tan oscuro que, al presentarse a las elecciones obtuvo 2.424 votos, el 0,04%. Menos mal, siendo como es portavoz de una organización antisemita y que se le vincula con el líder histórico del fascismo (atlantista) brasileño Plinio Correa de Oliveira, jefe de la secta “Tradición, Familia y Propiedad”, figura insigne y punto de referencia de las dictaduras latinoamericanas de los años 70. Peña Esclusa, gracias precisamente a esas amistades, entró en contacto con los servicios estadounidenses y participó en el golpe de estado contra Chávez el 11 de abril de 2002. Hoy lidera una organización minúscula, Fuerza Solidaria, que apunta manifiestamente a la instauración de nuevas dictaduras militares en América Latina: “No creemos en soluciones democráticas”. Aunque actualmente pretende metas más altas, sus socios europeos son la Falange Española y Forza Nuova en Italia. Señor Cesa, ¿qué tiene que ver un partido demócrata cristiano con los neofascistas de Forza Nuova? “Nada”, desmiente presuroso Cesa, y le creemos, pero claro, si altísimas personalidades del otro lado del Tíber…

Debe de ser el Cardenal Renato Martino esa altísima personalidad vaticana quien, a decir de Peña Esclusa, lo ha recibido. Pero hay cosas que no encajan. Antiguo nuncio ante la ONU, desde 2002 preside Iustitia et Pax y, desde la llegada de Ratzinger, la pastoral de los emigrantes: el poder de Martino en el Vaticano no hace sino crecer. Pero se ha de reconocer que fue la voz pacifista más punzante en el Vaticano en contra de la agresión estadounidense a Irak; se le conoce también por imprudentes declaraciones amistosas acerca de Fidel Castro. Por estas razones y por otras, como la propuesta de introducir la hora de religión islámica en las escuelas, que provocó anatemas por parte de devotos ateos como Ernesto Galli della Loggia y Marcello Pera, lo etiquetaron como el “Cardenal Anti-Ratzinger”. En cualquier caso, por más que haya demostrado mayor prudencia que Cesa no realizando ningún comunicado conjunto, también Martino, al recibir al antisemita venezolano –por propia o ajena voluntad– termina sirviéndole de imagen.

El día en que el Vaticano excomulga de hecho al teólogo de la liberación Jon Sobrino, relanzando la campaña de caza de brujas contra la iglesia latinoamericana, sobresale otro nombre, Pedro Freites, sacerdote venezolano que, en lugar de estar “comprometido con los pobres” lo está “con los ricos”. Algunas fuentes nos lo describen como otro jactancioso (¡otro!) que en Venezuela se presenta como Director General de Radio Vaticana y en Italia como delegado de la Conferencia Episcopal Venezolana. De lo que no queda la menor duda, sin embargo, es de que Freites es un hombre del cardenal venezolano Castillo Lara, el cual apoyó el golpe de estado de 2002, y no ha dejado desde entonces de tramar contra el gobierno legítimo. Si bien el anciano cardenal evita que se le vea en público con un impresentable como Peña Esclusa, los contactos entre ellos se mantienen, al parecer, a través de Pedro Paúl, embajador en Roma antes de la llegada de Chávez, quien, gracias a sus buenas relaciones en el Vaticano, acompaña a Peña Esclusa. Hasta aquí las “Vacaciones en Roma”. Pero Peña Esclusa lleva meses de gira por el mundo promoviendo su imagen. Es más: se diría que hay un guión escrito para transformar a esta Cenicienta del neofascismo latinoamericano en un “moderado”, en un “demócrata” y concederle el consenso que no tiene.

Es difícil seguir sus movimientos, pero no es difícil entender por cuenta de quién los hace. El corazón de su gira está en Washington, donde neoconservadores importantes consideran al antisemita venezolano un idiota útil, pero no es de allí de donde parte Peña Esclusa. De camino a Washington –quién sabe por qué motivo sentimental– nuestro héroe se detiene en El Salvador, donde arranca aplausos del partido Arena, ése de los escuadrones de la muerte de Roberto D’Abuisson, que hizo que asesinaran en el altar a Monseñor Oscar Romero y tenía a Jon Sobrino entre las víctimas señaladas. Evidentemente Monseñor Romero, asesinado en
el altar, sigue siendo enemigo de las altísimas personalidades del otro lado del Tíber. Tras andar en compañía de los torturadores salvadoreños, Peña Esclusa desembarca en las altas esferas de Washington DC. Dicta conferencias en universidades, concede entrevistas a los Aldo Forbice estadounidenses, se pavonea, miente, da abrazos; está allí por y para eso. Todo lo hace a la sombra de la fundación antiterrorista de George Schultz, Comitee on Present Danger [Comité para el peligro presente, N. d T.], el cual para quien no lo recuerde, fue ministro con Nixon y después Secretario de Estado de Ronald Reagan; fue presidente de la Bechtel, la multinacional que hacía negocios con Sadam Husein hasta un minuto antes de bombardearlo. Bajo su responsabilidad recae la fase tardía del apoyo a las dictaduras de América Latina y la guerra sucia contra la Nicaragua Sandinista. El Comitee on Present Danger es un lobby republicano en el que figuran peces gordos neoconservadores estadounidenses tales como el antiguo director de la CIA, James Woolsey. Además de haber sido recibido –y posiblemente financiado– por otras instituciones que entre 2002 y 2004 apoyaron el golpe de estado y el golpismo venezolano, a Peña Esclusa lo entrevistó el Washington Times –no confundir con el Post-. El Washington Times es la Pravda del neoconservadurismo, diario estrechamente ligado al ex Secretario de Estado Donald Rumsfeld, publicación pionera en el lanzamiento de campañas de prensa que indicaban “el eje del mal latinoamericano por combatir”. A sus ojos, Peña Esclusa resulta una pieza preciosa, y es fácil encontrar periodistas como Fabrizio dell’Orefice de Il Tempo dispuestos a darle crédito y espacio a pesar de que alardee de haber descubierto que una fábrica de bicicletas encubra un tráfico de uranio entre Caracas y Teherán. Algo que por supuesto no puede demostrar. Después de Washington, y estamos ya a principios de marzo, nuestro hombre se dirige a Argentina. Habla ante la Aunar, una asociación de ex militares supervivientes de los años 70, adonde acuden para escucharlo incluso desde Chile, Uruguay y Colombia. Una suerte de reunión de veteranos del Plan Cóndor, el plan de exterminio orquestado por Washington que causó medio millón de desaparecidos. Para Peña Esclusa es la ocasión para atacar al presidente Néstor Kirchner por sus buenas relaciones con Hugo Chávez. Estamos en vísperas de su viaje a Europa, pero Peña Esclusa saca tiempo para hacer una escapada a México. Allí inaugura la sección mejicana de Fuerza Solidaria. Habla a los venezolanos residentes en México, a quienes llama –haciendo las delicias de los propagandistas anti Chávez– “exiliados”. Su estancia en México es más importante de cuanto pueda parecer: habría tenido como fin la creación de un embrión paramilitar basado en el modelo del UCK albanés, creado y entrenado en los Estados Unidos para servir de casus belli contra Yugoslavia o, sin salir de modelos criollos, para repetir otra Bahía de Cochinos.

Va a más Peña Esclusa. Muchos personajes clave se exponen por él, pese a su currículum. Gente como Lorenzo Cesa o Josep Piqué está dispuesta a quedar a la altura del barro. El Cardenal Martino, amigo del Islam, tampoco sale bien parado al recibir un antisemita declarado. Quien sobre todo en Washington sigue apostando por él, está repitiendo en Venezuela una operación similar a la de Ahmed Chalabi. El Pentágono y los neoconservadores, con Paul Wolfowitz y Richard Pearle a la cabeza, lo presentaban –y eso que era un vulgar estafador condenado a 20 años por corrupción en Jordania, donde no contaba con apoyo alguno– como la gran esperanza para la democracia en Irak. Y sin embargo esas flaquezas sirvieron para que fuera el primer ministro del petróleo post-Saddam. Luego, lo liquidaron. El Congreso Nacional Iraquí, la organización creada por Chalabi en coordinación con los servicios estadounidenses, preparó para la propia CIA muchas de las pruebas falsas que justificaron el derrocamiento de Sadam Husein, incluidas las armas de destrucción de masa y las relaciones con Al Qaeda. Y resulta que Peña Esclusa, a miles de kilómetros de distancia, vuelve a contar lo que la CIA quiere oír: que fábricas de bicicletas trafican con uranio hacia Irán, que Caracas está llena de terroristas islámicos y que para ellos existe hasta un vuelo directo desde Maiquetía hasta Teherán. Chalabi era un don nadie, al que, una vez agigantado gracias a amigos poderosos, los Estados Unidos eligieron como títere, para Irak. En torno a Peña Esclusa rota una operación idéntica de los neocons para que acabe convirtiéndose en el Quisling [títere de Hitler en Noruega, N. d T.] de la nueva Venezuela. Sólo que ya se sabe que estas operaciones no siempre salen bien.

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Traducido por Gorka Larrabeiti

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