Televisión Basura o comunicación popular
Televisión Basura o comunicación popular
(la auténtica libertad de expresión)
Junio de 2007
Por Raul Isman (Redacción Popular)
La expresión televisión basura es útil y práctica para definir en pocas y sintéticas palabras el contenido de la mayor parte de la programación de los grandes medios; como es sabido, orgánicamente ligados al capital globalizado e imperialista. La expresión resulta plenamente justificada al recordar como un periodista especializado en banalidades farandulescas recomendó poner una bomba para asesinar a recolectores de residuos informales (llamados en nuestra Argentina cartoneros), colocando explosivos en la citada basura. La verdadera e inmunda basura es la que se propala durante casi todo el día en dichos medios.
Para los empresarios, los massmedia no son sólo un modo de amasar grandes ganancias. Sin lugar a dudas, se trata fundamentalmente del modo que tienen de difundir e imponer a las grandes masas su cosmovisión de la sociedad; concepción que oscila entre lo conservador y lo francamente reaccionario. Ciertos tópicos que circulan en ellos son recurrentes en los receptores del conjunto de nuestros países; de modo que cualquier observador notará que sólo se modifican las tonalidades fónicas correspondientes al origen territorial de quienes hablan. Pero calcado será el conjunto de los mensajes que oscilará desde la banalidad más ramplona hasta la instalación de un imaginario en el que predomine un sentido común que refuerce el predominio del imperialismo y la derecha en la conciencia de los sectores populares. Algunos de tales temas son la defenestración constante de los procesos emancipatorios y populares que atraviesan nuestra América, colocar a las víctimas en el sitial de los victimarios– al tiempo que exculpan a los verdaderos causantes de nuestros infortunios-; la creación premeditada de situaciones de pánico colectivo (frente a la delincuencia, por ejemplo), la exaltación de personajes execrables puestos en el sitial de verdaderos benefactores de la humanidad y varios más. Pero seguramente son dos los más destacados: vincular indisolublemente la actividad política con el robo y la banalizacióm recurrente de los fenómenos cotidianos. En efecto, la política es el espacio en el que los pueblos resuelven sus problemas; y, si es sinónimo de corrupción, lo que se logra es la parálisis de los sujetos que deberían transformar la realidad.
Una de las tantas escaramuzas de esta “guerra” comunicacional se viene librando desde que el gobierno de la revolución bolivariana decidió no renovar — y ya efectivizó la medida haciéndose cargo de las instalaciones del multimedia– la licencia para emitir TV abierta a Radio Caracas Televisión (R.C.T.V). Inmediatamente, desde las usinas intelectuales del imperio llovieron acusaciones de autoritarismo y no respetar la libertad de expresión para el Comandante Hugo Chávez Frías, presidente de Venezuela y líder de la unidad continental. Pero examinemos los hechos con un mínimo de frialdad. Dejemos de lado el compromiso descarado y abierto de la línea editorial de R.C.T.V. con el golpe que, en el año 2002, el imperialismo impulsó contra el derecho soberano del pueblo venezolano a auto-gobernarse. En la programación predominaba un conjunto de vaciedades, telenovelas rosadas, programas de entretenimientos y series ficcionales. Y cuando informaba lo hacía con una posición que no podía calificarse como tendenciosa– algo a todas luces legítimo– sino desde el torvo y avieso recurso consistente en falsear absolutamente los hechos. Un ejemplo, al presentar una manifestación opositora, lo hacían mientras editaban imágenes de la represión al Carachazo, en la etapa presidida por Carlos Andrés Pérez.
Los supuestos campeones de la libertad de expresión muestran en sus programas televisivos un discurso absolutista y monótono. Lo único sensato es dejar que el mercado asigne los recursos económicos, privatizar, desregular, el A.L.C.A. y sus respectivos T.L.C.; es decir que regalemos nuestro patrimonio y nuestros esfuerzos en aras del enriquecimiento del imperio y sus minúsculos aliados locales, Fidel Castro es un tirano sangriento y Hugo Chávez se alimenta con niños. Se llega a decir que el venezolano es el gobierno más peligroso de la actualidad, “olvidando” al elenco genocida que causa muerte y sufrimiento en Irak, Afganistán y está dispuesto a llevar sus misiles por todo el mundo en aras de defender sus privilegios. Tales son los tópicos casi únicos que circulan en sus programaciones, como pueden atestiguar millones de homo videns a lo largo de nuestras geografías.
Lo que no se nos puede escapar es que entre los seguidores de tales medios basura se hallan vastos sectores de nuestras masas populares. Y que una de las causas de esta limitación es la insuficiencia para formular una política comunicacional alternativa, que exprese las verdaderas necesidades de nuestros pueblos por la liberación. Las emisoras radiales y televisivas comunitarias, Telesur (la cadena auspiciada por el gobierno bolivariano), Encuentro (el magnífico canal del Ministerio de Educación de la República Argentina) y otras iniciativas que desconocemos configuran el embrionario e incipiente comienzo de una red que necesariamente debe ser pluralista y diversa. Sólo cuestionando de este modo a los medios esbirros de la derecha la libertad de expresión será un derecho popular y no una bandera hipócrita del imperialismo.
al leer este escrito evoco la cadena de tv en México, Televisa, dueña absoluta del derecho de expresión e información. Como la menciona Raul, hace falta una verdadera poítica de comunicación alternativa o medios que surjan como voces autenticas de los pueblos.
Abrazos, Monique.