Toda la “potencia moral” de Venezuela también para Julián Conrado
Si se calla el cantor muere la rosa
de que sirve la rosa sin el canto
debe el canto ser luz sobre los campos
iluminando siempre a los de abajo.
(Mercedes Sosa)
Inicia hoy, 15 de julio y se prolongará hasta el día 19 del mismo mes, la campaña internacional (#TodosPorJulianAsiloYa twitteando a @ NicolasMaduro) para pedir al gobierno de Venezuela la liberación y la concesión de asilo político a Guillermo Enrique Torres Cuéter, mejor conocido como Julián Conrado, el “cantor” de las FARC, quien fue detenido en Venezuela el 31 de mayo de 2011 en una operación conjunta de la policía colombiana y venezolana.
Muchas voces en estos días están exigiendo coherencia revolucionaria a Nicolás Maduro, presidente de la República Bolivariana de Venezuela, quien en los días pasados había expresado la posibilidad de que su gobierno otorgara el asilo político al técnico de la Cia Edward Snowden: “Que nosotros en Venezuela somos una potencia moral; y que, por tanto, si el joven Snowden necesita la protección humanitaria y él cree que debería venir a Venezuela, Venezuela está a la orden para proteger a este valiente joven de manera humanitaria”.
Incluso Raúl Bracho, uno de los colaboradores más asiduos de Aporrea, una de las voces más cercanas al oficialismo entre los que en 2011 justificaron la detención y siguiente deportación ilegal en Colombia del director de la Agencia de Noticias Nueva Colombia (ANNCOL), Joaquín Pérez Becerra, (ciudadano sueco de origen colombiano, ex miembro de la UP, al que Suecia hace muchos años le concedió asilo político antes y la ciudadanía después), en estos días está desarrollando con determinación y compromiso la campaña a favor del asilo político para Julián Conrado, y en algunos artículos ha recordado también el amargo, deplorable, caso de Joaquín.
Creo que sea inútil volver ahora a reabrir viejas heridas respecto a un momento del pasado que ha sido muy doloroso para todos, pero especialmente para los militantes internacionalistas quienes pedimos en voz alta, ya en esa ocasión, coherencia revolucionaria a este mismo gobierno al que nos dirigimos ahora y que entonces estaba presidido por el ETERNO Comandante Hugo Chávez Frías.
No quiero volver a polemizar respecto a ese tema que probablemente ha marcado un doloroso punto de inflexión en el debate respecto a la Revolución, el internacionalismo y la razón de Estado, sin embargo me parece importante recordar, antes de hablar de Julián, que Joaquín Pérez Becerra, está detenido en Colombia, en la Picota, cumpliendo una condena de ocho años de prisión, junto con otros 6.492 prisioneros, en un penal que puede albergar hasta 2968 presos. Becerra es ahora uno de los más de diez mil presos políticos olvidados, que están cumpliendo sus condenas en condiciones inhumanas, privados frecuentemente hasta de la atención básica de la salud, a la que deberían tener derecho.
No sé, y a estas alturas poco importa, lo que estuvo detrás de la deportación ilegal y violatoria de todos los tratados de derecho internacional y de derecho humanitario, de Joaquín.
Ni siquiera recordaremos aquí, todos los acuerdos y los tratados internacionales que prohíben la deportación o la extradición de los ciudadanos en sus países de origen donde sus vidas podrían estar en peligro por sus ideas, no los vamos a enumerar todos, los que garantizan el asilo político como una de las conquistas más nobles y dignas de cualquier Estado de Derecho que se respete: la Declaración Universal de los Derechos Humanos, antes que todo , pero también la menos conocida Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, la Convención Americana sobre Derechos Humanos, la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 y su Protocolo de 1967, la Convención contra la Tortura de las Naciones Unidas de 1951 y así sucesivamente. Recuerdo, por último pero no por ser menos importante, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999, que en su artículo 69 reconoce el derecho de asilo de esta forma: «La República Bolivariana de Venezuela reconoce y garantiza el derecho de asilo y refugio».
Creo que los gobernantes conocen muy bien estos nobles y validos instrumentos de la justicia internacional, o por lo menos los conocen muy bien los juristas y los especialistas en el campo de los derechos humanos que los asesoran, y si no se aplican, violando derechos humanos fundamentales e íntimamente ligados a la libertad y a la vida como por ejemplo lo es el asilo político, eso ocurre por una decisión deliberada y consciente de que deben asumirse la responsabilidad ante el juicio y la condena de la comunidad internacional y de la sociedad civil.
Julián Conrado desde hace dos años está recluido ilegalmente en una cárcel en Venezuela, a pesar de no haber cometido ningún delito en el territorio de este país y sobre su cabeza pende como una espada de Damocles la solicitud de extradición presentada por Colombia con la acusa de haber cometido delitos no mejor especificados. Julián Conrado está enfermo y su estado físico no le permite soportar una detención en una prisión colombiana.
Es por todo esto que creo que ahora sea necesario abordar la cuestión definitivamente, sólo y únicamente apelándose a esa misma “potencia moral” mencionada por Nicolás Maduro cuando, refiriéndose al caso de Edward Snowden, dijo que Venezuela está dispuesta a conceder el asilo político al técnico estadounidense.
La ética revolucionaria, estimado Presidente Maduro, impone y exige que un gobierno antiimperialista y socialista no entregue un revolucionario en las manos de sus verdugos, y que no lo haga nunca, en ningún caso: llámese como se llama el verdugo, Estados Unidos de América o República de Colombia; cualquier sea el riesgo político que implica, menor en el caso de Snowden, mucho más grande en el caso de Julián y cualquiera sea la imagen del revolucionario solicitante, un héroe moderno, telegénico y de moda como Edward Snowden o un romántico cantor guerrillero en mal estado como Julián Conrado.