El incendio del Museo de Río de Janeiro, crimen contra la humanidad

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Por Annalisa Melandri  

El Museo de Historia Natural de Río de Janeiro,  que quedó prácticamente destruido por un gran y  espantoso  incendio la noche del 2 de septiembre,  había sido fundado el 6 de junio de 1818 por Juan VI, rey de Portugal. Inicialmente alojando en  el  Campo de Sant´ Anna, solo en el 1892 había sido trasladado en el Palacio  de San Cristóbal en la  Quinta de Boa Vista, hasta el 1889  residencia de la familia real.

En aquellos tiempos, Brasil era un territorio inmenso e inexplorado y en 1807 la corte había decidido establecerse en Río de Janeiro, donde instaló la capital del reino el año siguiente, huyendo  de los estragos de Napoleón Bonaparte en Europa.

Los portugueses debieron haberlo visto literalmente como el país de las maravillas   si decidieron enviar algunos de los naturalistas  más notables de la época  para estudiar y organizar miles y miles de vegetales y animales  en el museo que alcanzaría a ser, 200 años más tarde,  el museo más grande en su genero de América latina y uno de los más prestigiosos del mundo, custodio de un verdadero patrimonio de la humanidad.

Si bien el objetivo principal del rey   Juan VI era el de otorgar  prestigio a la corona en tierras lejanas de la madre patria,    este logró con la fundación del museo, al mismo tiempo fomentar e impulsar el progreso cultural de la colonia, diversamente de cuanto ocurría en otros países de la región ocupados por potencias europeas.

De hecho Brasil desde 1815 ya no era colonia de Portugal, sino parte integrante del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve que había sido  formalmente reconocido en ese año  también por las demás potencias europeas en el Congreso de Viena.  Y esto determinó en parte,  el desarrollo diferente de Brasil respecto a los demás países de la región.

Podemos decir, sin temor a equivocarnos,  que paradójicamente lo que construyó  una  monarquía absoluta en su colonia,  han sido capaces de destruirlo gobiernos más o menos democráticos en época moderna y,  paradójicamente también,    lo único que se ha salvado en el incendio  han sido hallazgos que nada tienen que ver con la humanidad, o sea algunos meteoritos venidos   del espacio, como el  gigantesco meteorito  de Bendegó,  descubierto en la región de Minas Gerais en el siglo XVIII.

El museo conservaba un acervo de más de 20 millones de objetos  catalogados y clasificados. El  90 por ciento de ellos se ha perdido, entre los cuales  importantes testimonios de la evolución humana y de la vida sobre el planeta tierra como Luzia, un esqueleto de una joven de 12 mil años, el esqueleto humano más antiguo de las Américas  y el de un dinosaurio que vivió en Brasil hace  80 mil años, además  de importantes  registros lingüísticos de poblaciones ya desaparecidas.

La estructura del edificio estaba construida principalmente de madera y conservaba objetos fácilmente inflamables como libros raros, documentos, fósiles.

Las responsabilidades de este desastre caen sobre muchas cabezas y más de un gobierno. El museo había recibido en el tiempo recortes progresivos de los fondos públicos destinados a su mantenimiento y reconstrucción, aunque los más pesados se registraron con el gobierno de Temer, formalizados con la introducción de la polémica PEC 241, que establece un limite a los gastos públicos en materia de salud, educación, fondos a la cultura y el arte y que congela este límite hasta los próximos 20 años.

El Museo recibió 371.000 dólares hasta la gestión de Dilma Rousseff. Ya el año pasado, en la actual presidencia Temer, el presupuesto cayó a 200.000 dólares, para llegar a 60.000 desde enero a agosto de este año.  En el 2017 el presupuesto para lavar lo coches de los congresistas (la mayoría de ellos investigados por corrupción) fue de 175.000 dólares.

Sin embargo se puede hablar de décadas de descuido, falta de manutención, desvío de fondos públicos hacia otras obras, como por ejemplo ha ocurrido  respecto a los estadios  en ocasión del Mundial de Futbol.  No tan lejos del Museo, el Estadio de Maracaná, cuya restructuración inicial estimada en 223 millones de dólares,  llegó a costar 380 millones de dólares (hecho que entre otros llevó a la cárcel el ex gobernador de Río Sergio Cabral) es emblemático del sistema país.

Cabe señalar que al momento de iniciarse el incendio, las 19.30 del domingo 2 de septiembre, en el lugar había solo 4 guardianes, los hidrantes cercanos al museo no funcionaban  y el trabajo de los mismos bomberos fue muy desorganizado.

El museo no tenía seguro ni un Certificado de Aprobación al día, ni menos un sistema de protección contra incendios. Reiteras veces se habían señalado cables expuestos, filtraciones, paredes con grietas e infestación de termitas.

Las políticas neoliberales de recortes presupuestarios habían afectado gravemente el estado de uno de los museos  más grandes de América latina que languidecía en un estado de evidente abandono.

Situación muy diferente a la de  otras estructuras,  como por ejemplo el Museo del Mañana,  vinculado al poderoso grupo empresarial Globo,  inaugurado en  2015 con una inversión de 58 millones de dólares (mientras 12 museos de la ciudad permanecían cerrados por falta de fondos),  que recibía por su mantenimiento un presupuesto 24 veces mas alto que el que se entregaba al Museo Nacional, con  doscientos años de historia.

Se pierde una institución que mantenía constantemente conectado el pueblo con sus raíces y su historia y  casa de estudios de miles de jóvenes universitarios.

Apenas pocas horas después del desastre ya las manos privatizadoras estaban trabajando para sustraer lo que queda del museo al patrimonio público del estado y a la administración de la Universidad Federal de Río de Janeiro, histórica institución,  la cuarta  en el ranking de las mejores universidades de América Latina, que ha sido llevada a la asfixia económica lentamente por este mismo sistema que ahora quiere privatizar el Museo, aplicando al pie de la letra la Doctrina del Shock teorizada por Naomi Klein.

Aprovechar (o favorecer) desastres o eventos catastróficos para implementar políticas impopulares y saquear los bienes públicos a favor de las largas manos del mercado.

La destrucción del Museo representa evidentemente un paso más hacia la aniquilación  del patrimonio cultural del  país de parte del gobierno  de Temer, quien  había estrenado su mandato en 2016 con la  polémica decisión de suprimir el Ministerio de Cultura. Decisión que nunca pudo realizar gracias a las protestas que incendiaron el país por semanas.

Decenas de otros museos y bibliotecas así  el mismo Archivo Nacional de 108 años de edad, están en las mismas condiciones de precariedad sufridas por el Muso Nacional, como constantemente denuncian Marconi Andrade y los demás  fundadores  del colectivo SOS Patrimonio, que desde su pagina Facebook con casi 6mil miembros,  reporta casos y situaciones relativas al patrimonio cultural y arquitectónico de Río a riesgo o en estado de abandono con la finalidad de presionar las autoridades y concientizar la ciudadanía hacia lo que definen un verdadero crimen contra la memoria.

De hecho, así como comentado por el periodista y doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de San Paolo, Leonardo Sakamoto, “el incendio de  una institución de 200 años y un acervo de 20 millones de artículos, que no contaba con una estructura adecuada de prevención de incendios, no es un accidente, sino un proyecto. Un proyecto colectivo, pacientemente implementado a lo largo del tiempo por un Estado y una sociedad que han condenado su patrimonio histórico, natural, científico y cultural a la inanición”.

22 de septiembre del 2018

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