Relacionar dialecticamente el deslinde con el reformismo pequeñoburgués y la necesidad de una amplia alianza antiimperialista
Contribución del Partido Comunista de Venezuela (PCV) al 20º Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y Obreros (EIPCO), en Atenas, presentada por Carolus Wimmer, Secretario de Relaciones Internacionales del PCV, el 25 de noviembre de 2018.
En el momento, cuando Carlos Marx y Federico Engels escribieron el Manifiesto del Partido Comunista, la clase obrera estaba en nacimiento y la revolución industrial se había perfeccionado solamente en Inglaterra y Bélgica. Entonces su importancia no consistía en la cantidad de personas. La mayoría de los oprimidos la componían todavía los campesinos.
Sin embargo, Marx eligió a la clase trabajadora porque decía que es el sujeto de la historia, a consecuencia de encontrarse en una situación colectiva. Según él, los trabajadores no son un grupo de personas, sino una clase.
La clase obrera venezolana no ha tenido históricamente una alta composición numérica, debido fundamentalmente al tradicional modelo monoproductor y monoexportador de nuestra economía nacional y a las características de atraso industrial de nuestro país, resultado de la condición dependiente y al papel asignado a nuestro país, en el marco de la división internacional del trabajo bajo dirección imperialista, como productor y exportador casi exclusivo de materia prima, específicamente de petróleo crudo.
Si bien entre los años 60 y 70 del siglo XX, surgieron conglomerados industriales de cierta importancia, fundamentalmente de propiedad estatal, como las empresas de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG), no obstante en la década de los 80, como efecto de la aplicación de las políticas neoliberales, se inició una acelerada desindustrialización del país. Esta tendencia fue detenida a partir del año 1999 cuando el gobierno del presidente Chávez rompió con la política neoliberal, pero diversos factores internos y externos han impedido que se active un proceso de sostenida reindustrialización del país.
Si bien es cierto que la debilidad del tejido productivo ha provocado un decrecimiento numérico relativo del proletariado industrial (por ejemplo, el número de trabajadoras y trabajadores ocupados en la industria manufacturera se ha reducido más de 20% desde 1990), esto no significa un decrecimiento absoluto de la clase trabajadora, puesto que ha habido un aumento de la fuerza de trabajo ocupada en otros sectores, particularmente en la construcción, el comercio y los servicios públicos, incluyendo las telecomunicaciones y la energía eléctrica.
No obstante, los obreros de la industria manufacturera siguen siendo muy importantes desde el punto de vista cualitativo, pese a la notable reducción que han sufrido sus filas. Su número hoy está por debajo de los 500 mil, o un 4% del total de la fuerza laboral activa del país. Entre ellos destacan los metalúrgicos, concentrados en el complejo industrial guayanés.
Efectivamente se ha experimentado un proceso de disminución del parque industrial, producto del cierre unilateral de empresas por parte de sus propietarios, bien sea por motivos políticos o por razones económicas ligadas a los efectos residuales de las políticas neoliberales que favorecieron las tendencias hacia la concentración y centralización del capital. Así, entre 1996 y 2007, el número total de empresas industriales manufactureras se redujo en casi un 40%, reducción que afectó especialmente a la pequeña y mediana empresa.
En cuanto al proletariado petrolero venezolano, este no ha registrado históricamente un gran número de efectivos, aunque en las primeras cinco décadas del siglo XX, período de establecimiento y consolidación de la economía petrolera, era el componente más numeroso, organizado y combativo del conjunto de nuestra clase obrera. Experimentó luego una disminución y debilitamiento, resultado de la irrupción del uso de nuevas tecnologías y de la profusión de los mecanismos de tercerización y subcontratación en las relaciones de trabajo, además de la influencia perniciosa y divisionista de las corrientes corrompidas de la socialdemocracia pro-imperialista, que dominaron al sindicalismo petrolero por muchos años.
En cuanto a los aspectos subjetivos que definen el hasta ahora insuficiente protagonismo revolucionario de nuestra clase obrera, están la tradicional división orgánica del movimiento sindical venezolano, su débil organización y el predominio en su dirección de tendencias reformistas y burocráticas, aunque siempre han estado muy activas y combativas las tendencias que reivindican el clasismo en el seno de nuestro movimiento sindical, con destacada participación de las y los militantes comunistas.
El Programa del Partido Comunista de Venezuela (PCV), determina que los comunistas venezolanos luchamos por «(…) una revolución de verdadera independencia y democracia, antimperialista, antimonopólica y en marcha hacia el socialismo.» «La clase obrera es la fuerza principal de esta revolución por su papel fundamental en la producción, (…), por su combatividad y organización, y porque le corresponde históricamente impulsarla hacia las transformaciones socialista».
Esos criterios programáticos están relacionados con la necesidad de resolver, en un mismo proceso de lucha revolucionaria, la contradicción principal existente históricamente entre el imperialismo y la nación venezolana, y la contradicción fundamental de la sociedad capitalista, entre el capital y el trabajo. Por ello, el PCV se ha planteado durante años la conformación de un frente amplio nacional patriótico-antiimperialista, que aglutine y exprese a las disímiles fuerzas sociales y políticas interesadas en romper la dominación imperialista, conquistar la liberación nacional y abrir cauces al triunfo del socialismo en nuestro país. Un frente amplio de ese carácter sólo podrá cumplir tales tareas si lo liderizan las clases y capas explotadas y oprimidas de la sociedad, la clase obrera y las fuerzas del pueblo trabajador de la ciudad y el campo.
Con el objetivo de avanzar hacia la materialización de nuestros objetivos estratégicos, en las actuales condiciones en que se desenvuelve la lucha de clases en el mundo y en nuestro país, los comunistas venezolanos nos trazamos la línea táctica –confirmada en el 15º Congreso del PCV– de lograr una consistente acumulación de fuerzas obreras, campesinas, comuneras y populares, para establecer en la sociedad venezolana una correlación de fuerzas favorable a la clase obrera y al pueblo trabajador de la ciudad y el campo.
El PCV aplica sus lineamientos tácticos con un plan de ofensiva ideológica, política, de masas y de reimpulso orgánico, que se despliega confrontando tanto a las fuerzas de la extrema derecha pro-imperialista como a las fuerzas del reformismo entreguista que, desde la administración del Estado burgués, engañan a nuestro pueblo con el ofrecimiento de un «socialismo del siglo XXI» que niega la lucha de clases y el papel de la clase obrera como sujeto revolucionario, sirviendo en definitiva a la preservación del sistema capitalista en su modalidad dependiente, rentista y atrasado, que no favorece el desarrollo de las fuerzas productivas ni el despertar de la conciencia revolucionaria de las masas trabajadoras.
La intensa lucha ideológica, política y de masas que asume el PCV para construir y desarrollar una opción de poder revolucionario desde el movimiento obrero y popular, lleva a los comunistas venezolanos a relacionar dialécticamente su indiscutible deslinde con el reformismo pequeñoburgués con la necesidad de una amplia alianza antiimperialista. Teniendo claro el enemigo inmediato a derrotar, forjamos la unidad social y política que nos permita enfrentarlo y derrotarlo, pero sosteniendo e incrementando el esfuerzo por que el proletariado venezolano sea la vanguardia de esa lucha amplia antiimperialista que, en definitiva, es una lucha anticapitalista y, por tanto, para que sea victoriosa, es imprescindible que la clase obrera esté al frente de ella.
Ya en su 14º Congreso –agosto de 2011–, el PCV concluyó que el proceso bolivariano sólo podría avanzar efectivamente hacia la conquista de la liberación nacional y abrir cauces a la perspectiva socialista «en dependencia de una correlación de fuerzas favorable a la clase obrera», liderizando un bloque de fuerzas populares revolucionarias que se coloque al frente de la amplia alianza antiimperialista. Tal precisión definió la política del PCV y las tareas de los comunistas venezolanos en el movimiento de las y los trabajadores, con diversas adecuaciones tácticas, desde el 2011 y hasta el presente momento.
La actual crisis sistémica del capitalismo coincide con el desarrollo de procesos progresistas y revolucionarios, fundamentalmente de carácter antiimperialistas y antioligárquicos, particularmente en América Latina, cuyas múltiples contradicciones intrínsecas generan expectativas en diversas direcciones.
Uno de los rasgos comunes en tales procesos políticos, además de su carácter cuestionador de la dominación imperialista estadounidense en la región, la reivindicación de la soberanía nacional y una mejor distribución de la riqueza, atributos que de por sí los hacen merecedores del respaldo de las fuerzas consecuentemente revolucionarias, es que su vanguardia social ha sido asumida por sectores radicalizados de la pequeña burguesía y de capas medias profesionales, incluso con importante protagonismo de la llamada burguesía nacional emergente, no monopolista, interesada en tomar las riendas de la dinámica económica, en contraposición con la estrategia de control hegemónico global de los monopolios transnacionales.
Confrontación interburguesa que tiene particular definición en Venezuela, con su economía petrolera rentista, donde prácticamente toda la dinámica económica y social gira alrededor de los recursos que genera la exportación de crudo, actividad bajo monopolio estatal, por lo que las diversas fracciones burguesas intentan tomar control directa o indirectamente del aparato estatal y la administración de la renta petrolera.
En tal contexto, ha surgido el planteamiento diversionista del «socialismo del siglo XXI», con mayor fuerza levantado por el liderazgo de la Revolución Bolivariana en Venezuela, seguido por los gobiernos progresistas de Ecuador, Bolivia y Nicaragua, asumido además por corrientes políticas oportunistas en otros países de América Latina y el Caribe.
Esta circunstancia histórica ha sido cuna del renacer de diversas viejas «teorías» y concepciones, presentadas con apariencia de originales y autóctonas, etiquetadas de endógenas, pero que en definitiva envuelven la negación de la lucha de clases y del papel revolucionario de la clase obrera, de la desestimación de la teoría científica del proletariado y de la necesidad de su instrumento orgánico, el partido político fundamentado en los principios del marxismo-leninismo.
Tal situación tiene su explicación, en buena medida, en la aún insuficiente fuerza cuantitativa y cualitativa de la clase obrera venezolana, que le ha impedido hasta ahora jugar un papel determinante o relevante en el curso del proceso de cambios que transita la República Bolivariana de Venezuela, aunque hay manifestaciones crecientes e indudables de una cada vez mayor conciencia política de la clase obrera y del pueblo trabajador venezolano, lo que favorece el desarrollo de una línea política para la defensa, consolidación y profundización de los cambios revolucionarios. Algunas de estas manifestaciones positivas, son las acciones de masas por la aprobación de una nueva y revolucionaria Ley Orgánica del Trabajo y la lucha por avanzar en el establecimiento de un nuevo modelo de gestión de las empresas, particularmente las de propiedad estatal, bajo el principio de control obrero, con la constitución de los Consejos Socialistas de Trabajadores y Trabajadoras, como instrumentos para el ejercicio de la dirección colectiva de las y los trabajadores en los procesos productivos, en combate por desmantelar las opresivas relaciones capitalistas de producción y por destruir al Estado burgués, propiciando la formación de una conciencia revolucionaria en la clase obrera.
Los Consejos Socialistas de Trabajadores y Trabajadoras, tal y como los concibe el PCV, cumplirán cabalmente su papel revolucionario de clase, en la medida en que las y los trabajadores que asumen su construcción y desarrollo, elevan su conciencia, de clase en sí a clase para sí.
De acuerdo al análisis que hace el Partido Comunista de Venezuela (PCV), los cambios ocurridos en estos años en el marco del proceso político bolivariano, son hasta el presente momento, el resultado de una práctica social-reformista de tendencia patriótica y progresista, con un determinante protagonismo de sectores de la pequeña burguesía. Tal realidad será trascendida sólo mediante una nueva correlación de fuerzas populares y revolucionarias liderada por la clase obrera, que permitirá garantizar la consolidación de la liberación nacional y crear condiciones para avanzar efectivamente hacia el objetivo estratégico de la toma del poder por la clase obrera y avanzar en la construcción del socialismo.
Para el PCV, la necesidad de defender y fortalecer la autonomía e independencia del movimiento obrero y sindical, así como de todas las organizaciones de masas, frente a la patronal, el Estado y los partidos burgueses y pequeñoburgueses, se coloca en la primera prioridad de las y los trabajadores con conciencia de clase, tanto desde las organizaciones sindicales, como desde el accionar de las y los delegados de prevención (representantes de las y los trabajadores para la defensa de la salud y seguridad en el trabajo) y de los Consejos Socialistas de Trabajadores y Trabajadoras, surgidos como consecuencia de la premisa constitucional de la democracia participativa y protagónica y como instrumentos que reivindican el ejercicio del control obrero en los procesos de producción, administración y distribución de bienes y servicios, desde cada centro de trabajo y en las diversas ramas productivas.
Esta necesidad se pone de relieve ante el hecho cierto de que está en desarrollo una generalizada tendencia a colocar bajo la subordinación del gobierno nacional y de otras instancias del poder estatal, a todas las organizaciones sociales. Pero es particularmente grave en el caso de las organizaciones de la clase trabajadora, puesto que al ejercer la pequeña burguesía la hegemonía de la dirección del proceso y del gobierno nacional, se pretende que las y los trabajadores declinen su independencia de clase, indispensable para demandar sus derechos particulares y para reivindicar sus intereses colectivos, económicos, sociales y políticos que, básicamente, son los mismos intereses de las mayorías populares de la ciudad y el campo, pero que a la vez son intereses contrarios a los sectores que, en lo fundamental, ejercen buena parte del poder político. Tal situación está generando continuos y crecientes conflictos.
La lucha por avanzar hacia la unidad orgánica y programática del movimiento de las y los trabajadores, se inscribe en la lucha por transformar al sindicalismo venezolano, rearmándolo de los principios que deben guiar la acción liberadora de nuestra clase, esencialmente para derrotar al reformismo en su seno y para que éste, en sus diversas luchas y realizaciones, sirva a la formación de la conciencia de clase y al ascenso del proletariado, en alianza estratégica con otras clases y capas sociales también explotadas y oprimidas, a la condición de clase dirigente.
El 13º Congreso Extraordinario del PCV (marzo de 2007) afirmó: «…entre las tareas de mayor trascendencia del partido de la revolución, se encuentra el diseño de una política capaz de conquistar el movimiento sindical para adecentarlo, para erradicar los enormes vicios incubados como consecuencia de las tremendas perversiones del reformismo, de las practicas desarrolladas por los sindicatos patronales, y de los efectos del clientelismo, para romper definitivamente con su atomización, para convertirlo en una fuerza de primera línea en la construcción de una nueva sociedad.»
Es necesaria la existencia y el fortalecimiento del partido de la clase obrera en el marco del proceso político venezolano. Quienes desde el proceso bolivariano consideran que la clase obrera no es el sujeto histórico de la revolución social, ya por desconocimiento de la teoría del socialismo científico, ya por considerar amenazados sus intereses de clase, llegan a la conclusión de que la clase obrera no debe organizarse de manera independiente, como clase. Por tanto, desdeñan y cuestionan la vigencia del partido revolucionario de la clase obrera, tratando de descalificar al Partido Comunista de Venezuela, jugando a su invisibilización, presionando por su liquidación.
A este respecto la Tesis sobre el Partido de la Revolución, emanada del 13º Congreso Extraordinario del PCV, expresa lo siguiente:
«Al referirnos a la participación y protagonismo de las masas, tenemos que hacer un énfasis especial en el esfuerzo orgánico que nos corresponde cumplir con la clase obrera y demás sectores de trabajadores y trabajadoras. Si nos planteamos erradicar el capitalismo, debemos convertirnos en la organización política, en el interprete genuino de los intereses de la clase social que, por su posición en la estructura socioeconómica, no sólo resulta la más directamente afectada por la explotación capitalista y, por lo tanto, objetivamente la más interesada en la supresión de la esclavitud asalariada, sino además la que, con la consecución de esta última meta, libera al resto de la sociedad del régimen de explotación, pues, desprovista como está de los medios de producción, no aspira a conquistarlos para la explotación de otras clases sociales.»
Agrega de seguidas este documento: «… el partido de la revolución deberá ser por su contenido, por su política, por su composición, por su ideología, por los intereses que encarna, el partido de la clase obrera y de todo el pueblo trabajador. Por supuesto, a este partido también entrarán miembros de otras clases y capas de la sociedad, pero a condición de que al hacerlo asuman como propios los intereses que encarnará el partido, que deberán ser los de la clase obrera, si queremos ser consistentes con el objetivo programático de naturaleza estratégica que perseguimos: el socialismo.»
«La definición precisa del contenido clasista del partido de la revolución es una necesidad histórica, y no está reñida con el carácter antiimperialista de la revolución bolivariana en la actualidad. Esta fase de nuestra revolución exige, efectivamente, una amplia alianza de clases… en torno a los objetivos de la liberación nacional. Aprovechar todas las contradicciones y divergencias que puedan existir entre sectores de la burguesía grande y pequeña, por un lado, y el imperialismo, por el otro, es una de las tareas primordiales de la alianza antiimperialista; pero esta alianza no debe producirse en el seno del partido de la revolución, especialmente cuando reconocemos que el rumbo de esta revolución apunta al socialismo».
«El partido de la revolución socialista no podrá cumplir su objetivo histórico si se conforma bajo una concepción policlasista que, en definitiva, subordina al conjunto de las clases, capas y sectores sociales de carácter popular, a los intereses del bloque económico dominante en el seno de la respectiva organización. Las limitaciones de este tipo de partido son ampliamente conocidas en nuestra historia: se diluye el carácter revolucionario del partido, se subordinan los intereses anticapitalistas del pueblo trabajador a los intereses del capital sobre la base de reacomodos, concesiones y dadivas; se suplanta la lucha de clases como mecanismo de transformación por la conciliación de clases con la finalidad de estabilizar el sistema; se sustituye la revolución por la reforma; se desdibuja el horizonte histórico socialista y comunista, con el cual solo la clase obrera está orgánicamente vinculada.»
De tal manera, nuestro partido fijaba posición y hacía aportes para el debate, entonces abierto, en torno al carácter del partido que necesita la revolución venezolana. En este 13º Congreso Extraordinario, el PCV reafirmó su condición de partido revolucionario de la clase obrera, sustentado en la teoría científica del marxismo-leninismo, tal y como lo asumió desde su fundación en 1931 y que, utilizando tal herramienta teórica y metodológica, diseña una línea política basada en la necesidad de resolver la contradicción principal del momento histórico, la que existe entre los intereses hegemónicos del imperialismo y los de la nación venezolana, y la contradicción fundamental e irreconciliable presente en la sociedad capitalista: entre el capital y el trabajo. De allí la necesidad de que la clase obrera, con su partido y su ideología revolucionaria, asuma la vanguardia en la lucha por la liberación nacional y el socialismo, en la perspectiva comunista.
Una línea política dialéctica: alianza antiimperialista y necesidad de una correlación de fuerzas bajo dirección de la clase obrera.
Con base a la caracterización que hace nuestro Partido acerca del proceso revolucionario venezolano y, particularmente de su actual fase, hemos propuesto la necesidad de conformar un Frente Popular Antiimperialista y Antifascista, que integre al conjunto de los factores políticos y sociales que coinciden en la necesidad de enfrentar y derrotar la dominación imperialista y conquistar nuestra plena liberación nacional.
Precisamente por ello, simultáneamente propugnamos la conformación de un Bloque Popular Revolucionario (BPR), necesariamente circunscrito a quienes nos proponemos la completa abolición del sistema de explotación y, por lo tanto, no puede incluir absolutamente a ninguna fracción burguesa ni a organización alguna que exprese sus intereses.
Las y los comunistas luchamos para que el Bloque Popular Revolucionario sea liderado por la clase obrera, para que, en el contexto de la agudización de la lucha de clases, éste pueda asumir consecuentemente la batalla social y política contra el dominio del capital, y por la instauración de un Estado democrático-popular revolucionario en que inicie la edificación del verdadero socialismo, con la clase obrera en condición de vanguardia. Construir un Bloque Popular Revolucionario es de crucial importancia para la clase obrera en su lucha por el poder, como lo afirmaba el camarada Antonio Gramsci en 1926, consecuente con el pensamiento leninista, de inobjetable actualidad para las y los comunistas venezolanos: «El proletariado puede convertirse en clase dirigente y dominante en la medida en que consigue crear un sistema de alianzas de clase que le permita movilizar contra el capitalismo y el Estado burgués a la mayoría de la población trabajadora».