Honduras: El Parlatino abre las puertas a los golpistas
Con 135 votos a favor y 53 en contra y a pesar de la oposición fuerte y firme de Venezuela y de todos los países del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) a un ingreso incondicional, Honduras ha sido readmitido aunque con reservas, en el seno del Parlatino, el Parlamento Latinoamericano con sede en Panamá. Y eso no obstante las graves y reiteradas denuncias de violaciones de los derechos humanos que se siguen cometiendo en el país desde junio de 2009 cuando un golpe de Estado derrocó el gobierno legítimo del presidente Manuel Zelaya.
La decisión fue tomada durante la XXVI Asamblea Ordinaria de la organización regional y demuestra la prevalencia de posturas conservadoras y pro-imperialistas dentro de ella.
Aunque entre los principales objetivos del Parlatino está el de “defender la democracia” y entre sus fines el repudio de las violaciones de los derechos humanos, la condena de la acción imperialista en América Latina (el golpe de Estado en Honduras se ha dado con el apoyo incondicional de los Estados Unidos) y la defensa de la democracia participativa, la presente resolución de hecho es una legitimación del gobierno de Porfirio Lobo, el mandatario hondureño elegido con elecciones farsa en el mes de noviembre de 2009 en un contexto social caracterizado por violencia y fuerte militarización del país.
Porfirio Lobo no es nada más que la cara “democratizada” de su predecesor Roberto Micheletti, el golpista de la primera hora, el que dio disposición al ejército de Honduras de sacar del país en pijama en la madrugada su presidente Manuel Zelaya y de meterlo en un avión con destino Costa Rica.
Un gran acto de pragmatismo el que se ha llevado a cabo en Panamá. Lo ocurrido en junio de 2009 en Honduras, pero sobre todo las violaciones de los derechos humanos que varias asociaciones y periodistas independientes siguen denunciando no obstante el silencio de la comunidad internacional, ha testimoniado las debilidades de la llamada integración de los gobiernos de izquierda latinoamericanos en las situaciones de crisis.
A pesar de las voces de condena y las amenazas que el Venezuela de Chávez y toda el área del ALBA levantan desde hace meses, a pesar de la condena de la UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) que de hecho está bastante dividida sobre la posición respecto a Honduras, el enésimo golpe de Estado en América latina sazonado con estrellas y rayas ha sido encajado bastante pasivamente.
Si bien es cierto que la región vive fermentos nuevos y que su economía está marchando en carriles diametralmente opuestos (sobre todo en sentido geográfico) a los recorridos apenas hace unas décadas con la entrada en la escena de nuevos partners comerciales como China y algunos países de Oriente Medio, también es cierto que este cambio de paradigma tiene demasiadas connotaciones ideológicas y se mueve por ahora solamente y sin embargo no completamente, en un plano comercial y económico pero aún no en lo político y militar.
El imperio sigue lanzando sus tiros y creando sus baluartes. Honduras es solamente el último en orden cronológico. Obtenido en el tiempo muy breve de una noche. Manuel Zelaya, el presidente legítimamente electo del país, Mel como le llamaban cariñosamente sus seguidores, se había desviado peligrosamente y repentinamente hacia izquierda. Su decisión de llevar el país al área del ALBA no podía ser aceptada por Washington.
Hablando en el idioma “de la guerra fría”, se podría decir que los Estados Unidos no iban a permitir ulteriores infiltraciones comunistas en el área del Caribe.
Sólo que estamos en 2010 y no en 1960 o en los años de las dictaduras militares y de las guerras sucias y de Manuel Zelaya todo se puede decir menos que sea un comunista.
En el caso del golpe de Estado en Honduras, los Estados Unidos han actuado con casi las mismas estrategias políticas y militares de esas épocas.
Incluso algunos de los hombres usados en esta ocasión han sido los mismos. John Dimitri Negroponte, para citar uno. Un hombre de la estrategia de la lucha anticomunista de Estados Unidos en América Central, ex jefe de la CIA en Vietnam y ex embajador en Honduras entre 1981 y 1985, fundador de los escuadrones de la muerte Contra nicaragüenses y líder del Batallón 3–16 en Honduras junto con el militar hondureño Billy Joya.
El mismo Billy Joya, que está acusado de haber cometido delitos de lesa humanidad en su país contra los estudiantes y la población civil, nombrado por Micheletti como su asesor personal inmediatamente después del golpe.
En la América Latina rebelde e indómita aparece cada vez más aislada políticamente la Colombia (y en otra medida Chile y Perú) y entre los subversivos del Sur y los “halcones del Norte”, Caribe y Centro América aparecen como un baluarte extremamente militarizado y controlado. Empezando desde México, donde llegan en abundancia a través de desde Estados Unidos armas y dólares como respuesta a las emergencias del narcotráfico y de las migraciones. Y las emergencias siempre sirven para otras cosas. Ya lo saben.
Países como Costa Rica, Puerto Rico, Panamá, República Dominicana, y muchas islas e islotes del Caribe y en un futuro próximo Haití, (apenas a 90 km de las costas de Cuba) tan pronto el cólera habrá cumplido su tarea y la división de su territorio entre las potencias se habrá terminado, le permiten a Estados Unidos mantener los ojos bien abiertos hacia el Sur rebelde. Otro país de esta área en el ALBA, además de Nicaragua, no podía ser aceptado.
Es por eso que el haber dejado correr y sobre todo haber legitimado ahora el golpe de Estado con la readmisión de Honduras en el Parlatino, aunque con reserva (una delegación viajará al país en enero para evaluar la situación de los derechos humanos), representa una debilidad para no decir un fracaso de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América.
Lejos de ideologías y sentimentalismos sobre la integración latinoamericana promovida por el ALBA, está un pueblo, el de Honduras, oprimido, que sigue luchando contra una dictadura che solamente pocos siguen llamando así.
Nadie en América latina, no hay que tener temores en decirlo, ha tenido la fuerza y el peso político y militar para oponerse a ella.
Es optimista al respecto Carolus Wimmer, diputado al Parlatino del Partido Comunista de Venezuela (PCV) : “es obvio que en el Parlatino se desarrolla una fuerte lucha política e ideológica, entre las viejas tendencias de derecha y las nuevas posiciones progresistas y antiimperialistas que poco a poco se abren espacio. Debemos en el Parlatino introducir una cláusula democrática similar a la aprobada este sábado en la XX Cumbre Iberoamericana. Nunca debemos aceptar ninguna forma de golpe. Con un mayor trabajo coordinado, más allá de las representaciones del ALBA, hay que ganar ese espacio internacional, pero eso lo lograremos sin duda en el futuro”.
Más cuidadoso aparece el diputado Gustavo Hernández, del Partido Patria Para Todos, che afirma contundente que con esa resolución “no perdió el ALBA, sino la democracia en el continente”.
Respecto a la XX Cumbre Iberoamericana, a la que se refiere Carolus Wimmer, hay que decir que Ricardo Martinelli, el presidente de Panamá ha propuesto en esta sede también la reintegración de Honduras en el seno de la OEA (Organización de Estados Americanos) de donde el país había sido expulsado después del golpe de Estado.
Los Estados Unidos que de esta organización hacen parte, por medio de su representante por la diplomacia en América latina Arturo Valenzuela, informan que consideran aceptable la reintegración de Honduras en la OEA solamente después del regreso de Manuel Zelaya en el país.
Manuel Zelaya actualmente es Coordinador General del FNRP, el heterogéneo Frente Nacional de Resistencia Popular, que a precio de uno estilicidio continuo de muertos (militantes, campesinos, indígenas y periodistas) está lentamente buscando la vía de la democracia representativa en la vida política del país.
Probablemente Zelaya tarde o temprano logrará regresar a Honduras (donde por orden del gobierno golpista de Micheletti ha sido emitida contra de él una orden de detención por abuso de poder, fraude y falsificación de documentos públicos) y probablemente se recortará un espacio político en oposición a los mismos poderes que lo han sacado del país tan poco elegantemente hace un año y medio. Los mismos poderes que mientras tanto han sido reintegrados en todos los circuitos económicos y políticos de donde habían sido excluidos solo parcialmente y por un corto plazo de tiempo.
Si eso sucederá sería un juego bastante triste y patético. La vida política de la nación en lugar de ser como un “espejismo que deforme la conciencia del pueblo” hondureño debería transformarse en una “trinchera de lucha” como se afirma en los comunicados de prensa del FNRP.
Solo entonces se podría decir que la democracia haya triunfado.
Por Annalisa Melandri — www.annalisamelandri.it